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Nada sobrepasa la emoción de hallar caminos no transitados.

Actualizado: 20 nov 2020

La observación constituye la clave del entendimiento. A lo largo de la historia, la gente ha viajado para ver y para dar sentido a su entorno. Tanto si hablamos de los primeros seres humanos, que se alejaban de sus hábitats más familiares, como de hombres y mujeres de época posteriores, que realizaban viajes pioneros; tanto si sus viajes tenían causas económicas, como militares o religiosas, todos ellos eran impulsados por una insaciable curiosidad de observar y cartografiar el mundo desconocido.

¿Qué es lo que lleva a la gente a explorar? ¿Qué motiva al ser humano a dirigirse a hacia lo desconocido? Y, en definitiva, ¿qué consiguieron los que sobrevivieron a sus grandes aventuras y regresaron a casa sanos y salvos que, por desgracia, no fueron todos?




La exploración es algo que cambia al mundo. Nada sobrepasa la emoción de hallar caminos en los que ningún otro ser humano ha puesto un pie y, desde los tiempos de nuestros antepasados hasta que el primer hombre pisó la Luna, sin duda éste ha sido uno de los motivos que nos ha impulsado a explorar.

Actualmente, las salidas al espacio quizá sean las que ahora nos producen el mismo entusiasmo, aunque quizá también hemos perdido la capacidad de asombro. Pero los emigrantes de las primeras eras de nuestro tiempo como hombres poblaron casi todas las regiones habitables de la Tierra con bastante anterioridad a los tiempos históricos.


Ahora, en prácticamente todos los grandes viajes que tengamos llegaremos a zonas previamente habitadas por nuestros congéneres. Entonces, para hacer de nuestros viajes algo épico, debemos hacer de cada viaje una historia. Debemos hacer algo más que solamente llegar a un lugar, más bien conocerlo, adentrarnos en él y disfrutarlo como si fuera la primera vez que un extraño visita dicha región.


Te invitamos a descubrir...el arte de viajar.

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